martes, 5 de abril de 2011

Nostalgia de inmigrante mexicano se cura con el sabor del alma

 Marcela Toledo Escritor

Chicago, Illinois.- Querramos o no, los inmigrantes mexicanos  padecemos nostalgia porque que vivimos fuera de nuestra patria. Añoramos el pasado y lo llevamos en el alma, y cuando podemos, tratamos de revivirlo. Y aunque residimos en Estados Unidos, siempre volvemos a nuestras raíces aunque nos salga más caro.

Y es que saborear un pedacito de nuestra tierra no tiene precio. El volver a paladear la comida o antojitos con los que crecimos nos remonta a los tiempos felices de nuestra infancia. Nos recuerda el calor y amor de la familia que dejamos atrás o que ya no está. Nos ayuda a sentir ese cariño y seguridad que inevitablemente nos evocan los olores y los sabores.

¿A quién no le gusta deleitarse con un mole de olla con epazote y trocitos de elote tierno? Es sabido que los mejores aguacates vienen de México,  y también muchas legumbres. Los tamales de elote de la marca Goya  con crema salvadoreña no se comparan con ningún producto elaborado en los Estados Unidos. Y gracias a los tratados de libre comercio ya no batallamos tanto para conseguir el sabor de la memoria y del corazón.

"Me encantan las Barritas de Piña –producto mexicano Marinela-, porque me recuerdan de cuando era chica; y los Pay de Piña –también Marinela. Saben bien rico, bien sabroso. La bolsa de seis cuesta $2.89. Ahora los puedo comprar, y antes no. Nomás los compraba de vez en cuando. Mi abuelita nos compraba los pays de piña apachurrados; los vendían como desperdicio", recuerda Verónica Muñoz, residente de Cicero, Illinois.

No es la única.

A Carlos Arango, residente de Chicago  y originario de laCiudad de México  le encantan las galletas Marías untadas con Leche Nestlé. "Las comía cuando era chiquito. Y todavía me gustan. Es la infancia en el Distrito Federal  ... (cuando las comes) como que regresas a esos días. Cuando estaba enfermo me daban Sidral Mundet, me recuerda eso. Me gusta el sabor. Son sabores diferentes que no existen en productos que hacen en este país", aseguró.

Los mazapanes le rememoran de cuando iba al cine a ver una función de tres películas, de vaqueros y de guerra. Sobre todo le traen a la mente la película "Amor sin Barreras" (West Side Story) en el cine Diana. Por eso los compra.

Arango reconoce que los productos importados son un poco más caros, pero prefiera gastar extra para volver a saborear sus memorias.

"Es un poquito mas caro, no tanto pero sí. Hasta las cocas (coca cola) mexicanas saben diferente. La coca chiquita mexicana tiene un sabor diferente, no sabe igual que la coca cola que se vende aquí. Los refrescos Boing son muy ricos, porque realmente saben a fruta y sí son más caros. Todo producto importado es más caro, las Victorias, las Coronas, los refrescos", señaló.

Y asegura que también el Nescafé elaborado en Estados Unidos sabe diferente al importado de México.

"A la mejor es una cuestión cultural que traes en la piel. A la mejor es la añoranza de un sabor. Los sabores y los amores, aunque son diferentes, están ligados a la sensibilidad, el sentimiento, la sensualidad y el sabor", concluyó.

Pablo Bello, residente de Grand Rapids, Michigan, tiene 20 años viviendo en este país y le encanta comprar su mole Doña María, sus conchas de chocolate, orejas y cuernos, porque "siempre las comía en México".

"El pan de allá (de México) está más rico. El de aquí está todo feo. Como que los ingredients no están tan buenos como los de allá. Y también compro los Jarritos de tamarindo. ¡Sí extraño México, cómo no! La comida no tiene comparación, es lo que más extraña uno, la comida," finalizó.

Y a usted, ¿qué alimento o golosina le recuerda a su tierra?

"Qué lejos estoy del cielo donde he nacido,
inmensa nostalgia invade mi pensamiento,
y al verme tan solo y triste, cual hoja al viento,
quisiera llorar, quisiera morir, de sentimiento..."
Canción Mixteca , José López Alavés 
 
Fuente: AOL Noticias

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